Entre diciembre de 2018 y la primera semana del presente mes de septiembre, las reservas internacionales pasaron de 8.946 millones de dólares a 7.876 millones, una reducción de más de 1.000 millones de dólares. El componente de divisas de las reservas se redujo en 1.400 millones de dólares, en tanto que el componente oro que es menos líquido y representa el 27% del total de reservas se incrementó en 330 millones, debido a los mayores precios de ese metal. Cabe precisar que 500 millones del componente divisas corresponden a la garantía que las instituciones financieras entregaron al BCB para acceder a recursos en bolivianos -ante la iliquidez que se observa en el sistema financiero- a fin de continuar prestando. El creciente déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos (debido en parte al también creciente déficit comercial) es la principal razón de la caída en las reservas.
De mantenerse la caída en el volumen de exportaciones de hidrocarburos y minerales y el incremento de las importaciones, las reservas internacionales continuarán cayendo, con la consiguiente presión sobre el tipo de cambio, a menos que el gobierno consiga financiamiento externo para financiar el creciente déficit fiscal. Lo que no parece sencillo, considerando el continuo deterioro de variables macroeconómicas del país y las incertidumbres reinantes en los mercados internacionales.
Por otra parte, la cartera de créditos de las instituciones financieras entre diciembre de 2018 y agosto del presente año registra un crecimiento del 5,70%, en tanto que las captaciones del público se incrementaron apenas un 0,7%. Respecto de la cartera preocupa que ante la obligación que tienen las instituciones financieras para colocar cartera en el sector productivo, los montos colocados en los sectores de comercio y servicios se hayan reducido a los niveles que tenían el año 2014, situación que podría afectar su desempeño. Respecto de las captaciones, preocupa la caída en los depósitos en cuenta corriente y cajas de ahorro compensada por el incremento en los depósitos a plazo fijo (DPF) gracias a los inversionistas institucionales (fondos de pensiones y compañías de seguros), que, al contar localmente con pocas alternativas de inversión, tuvieron que seguir invirtiendo en esos instrumentos. De hecho, sin la participación de los inversionistas institucionales, las captaciones en DPF también habrían caído. Claramente, el incremento de las captaciones en DPF no se debe a una mejora en la confianza, como la ASFI sostiene.
A los desequilibrios macroeconómicos que se observan en los últimos años (déficits fiscal y en cuenta corriente crecientes, continuo incremento de la deuda pública y caída de las reservas) se suman el importante deterioro de la situación de los principales sectores exportadores -como consecuencia del agotamiento de las reservas descubiertas antes de la llegada del actual gobierno-, y de los niveles de liquidez del sistema financiero, producto de la reducción de la capacidad de ahorro de las personas y empresas, que denotan desaceleración de la economía. Con menores ingresos para el país y el Estado y menores recursos para prestar por parte de las instituciones financieras, preocupa las perspectivas futuras de la economía nacional, considerando que el actual gobierno pretende mantener el gasto y la inversión pública y la presión para que las instituciones financieras continúen prestando.
Armando Álvarez es analista económico y financiero.